De donde venimos.... Por Charles Darwin & el Capitan Cook

Cuando enseño practicas de submarinismo a estudiantes de Open Water –he reactivado mi teaching Status en PADI-, hay un punto en el que siempre hago un énfasis especial; La gran regla de seguridad del buceo: SIEMPRE RESPIRAR con NORMALIDAD DEBAJO del AGUA (se entiende que con un regulador en la boca!!); NUNCA JAMAS CONTENER la RESPIRACIÓN.
Y entonces reflexionamos sobre esta regla “contra natura”; Somos mamíferos, y estamos genéticamente programados para contener la respiración debajo del agua. Es un mecanismo básico de supervivencia. Si intentamos respirar , nos ahogamos.
Es lo que les pasa a los bebes hasta los seis meses; les sumerges e inmediatamente dejan de respirar (contienen la respiración): Incluso delfines, ballenas, morsas y manatíes –también mamíferos -lo hacen –aunque preparados para hacerlo durante mucho más tiempo-. Para muchos aspirantes a buceador ese se cambio de chip lo que más les cuesta de todo el curso. Respirar con normalidad debajo del agua. Las otras adaptaciones al medio, como la necesidad de llevar gafas para ver debajo del agua, aletas para propulsarse o un traje de neopreno para mantener la temperatura, son asumidas con mucha más naturalidad, como si todos fuéramos conscientes de las incapacidades fisiológicas del Homo Sapiens y nuestra capacidad de superarlas con la técnica.

La Adaptación al medio….a un medio que no es el nuestro, vencer nuestra programación genética, nuestros miedos, nuestros mecanismos de supervivencia… ¿filosofamos un poquito?

Copio a continuación un extracto del libro “Riesgo Bajo Control” en el que le doy un par de vueltas al Origen de las Especies.

“Vamos a da un repaso a la teoría Darwiniana de la evolución. El creacionismo del capítulo primero del Génesis no menciona muchos riesgos en el Jardín del Edén, salvo el de comer frutos prohibidos y obedecer a las serpientes. Tampoco parece que Adán y Eva llevasen equipamiento especializado ni prendas técnicas –salvo las míticas hojas de parra-, por lo que a los efectos de los deportes de riesgo, nos quedaremos con la teoría de la evolución, y la supervivencia del mejor dotado, que expuso Charles Darwin. No se trata de una exhibición de erudición gratuita, ya que, como veremos a continuación, podremos extraer algunas lecciones muy interesantes de toda esta historia.

Sintetizando unos cuantos cientos de millones de años en cuatro párrafos –solo cuatro, prometido-:

1) Tras dos mil millones de años de dominio de los océanos de la tierra por los invertebrados tipo plancton, medusas, moluscos, trilobites, entre el periodo Cámbrico y el Ordovicio, aparecen los primeros cordados, que acabarían siendo los primeros peces vertebrados. Al principio ni siquiera tienen mandíbulas, como las lampreas de hoy, pero ese principio de medula espinal que protege su sistema nervioso central les otorga una flexibilidad y nuevos movimientos desconocida para los crustáceos y artrópodos confinados en sus exoesqueletos de carbonato cálcico. Entonces ya nadaban algunos diseños que apenas han evolucionado: Tiburones y rayas, nautilus y calamares. Hace unos 420 millones de años, entre el silúrico y el devónico, algunos de estos peces óseos primitivos, posiblemente atrapados en aguas estancadas de las que buscan escapar, desarrollan la capacidad de procesar oxígeno a través de unos sencillos pulmones. También, todavía hoy sobreviven en los manglares de indonesia un par de especies de peces pulmonados con esta capacidad. Progresivamente abandonan el agua, aumentan su autonomía, sus aletas pectorales y ventrales evolucionan en patas, y ¡voilá! En el devónico superior tenemos un nuevo género animal: Los anfibios: Las huellas más antiguas de estos tetrápodos –de 4 patas- están fosilizada en Groenlandia y tienen unos 380 millones de años. Respiran aire, pero intentan mantener su porosa piel húmeda y vuelven al agua a poner sus huevos, pasando parte de su vida en este medio. Como nuestras ranas y tritones actuales.

2) Unos cien millones de años después, -el tiempo vuela ¿a que sí?- en el pérmico, en un mundo más seco, los más adaptados han cubierto su cuerpo de escamas, y pueden poner sus huevos enterrados en el suelo, más o menos envueltos en membranas gelatinosas. Son los reptiles, y algunos de ellos alcanzarán dimensiones prodigiosas, convirtiéndose en dinosaurios, aunque mayormente se extinguirán al final den cretácico, hace 68 millones de años, cuando un meteorito impactó con la tierra en el actual golfo de México, y creo un “invierno nuclear de varios siglos”. Unos pocos sobrevivirían evolucionando hacia las aves actuales, y los demás resucitarán –digitalmente- en las películas de Spielberg. Pero, mientras todo eso pasaba, todavía hace 250 Millones de años, un grupo pequeño de aquellos reptiles, una familia discreta –comprada con los diplodocus y los velociraptores- que los científicos han bautizado como sinápsidos, por la configuración de su cráneo, aprenden a regular la temperatura de su cuerpo, lo que les da ciertas ventajas a la hora de ponerse las pilas por la mañana después de una noche fresquita, y tienen un principio de huesecillos en lo que luego será el oído –y el sentido del equilibrio-, y dientes diferenciados –en la misma especie-: Ej. El dimetrodón (di-metro-don, dientes de dos medidas; que regulaba su temperatura con la enorme aleta dorsal a modo de radiador -ver dibulo a la derecha-).

3) Aquellos sinápsidos, reptiles más bien pequeños, con termostato, sonotone y ortodoncia, desarrollan instintos gregarios, cambian las escamas por pelo –la misma queratina pero montada de otra forma que permite una piel más flexible, con glándulas sebáceas que almacenen grasa para calentarse y glándula sudoríparas para refrescarse- dejan de poner huevos, empiezan a criar a sus crías en el interior de un útero (todavía hoy algunos mamíferos como los ornitorrincos y equidnas ponen huevos , y algunas serpientes tiene crías vivas porque incuban sus huevos en el interior de sus cuerpos, aunque son excepciones.). Pero sobre todo, desarrollan la lactancia y las madres amamantan a sus cachorros con leche –por eso lo de mamífero y lo de mamón- de producción propia, lo que estrecha los vínculos sociales y familiares de la manada, y el instinto de protección; Efectivamente, hace 66 millones de años, comienza la era terciaria, y en un mundo despoblado de dinosaurios –recuerda el meteorito del párrafo anterior-, este nuevo orden animal de animales, mejor dotados, mejor adaptados al nuevo medio, que maman, gregarios ,con pelo, sangre calientan se diversifican y conquistan todos los nichos y ecosistemas, desde los desiertos a los polos: Ungulados, carnívoros, roedores, felinos, unos vuelven al mar como los cetáceos (ballenas y delfines) y las focas, - y liberados de la fuerza de la gravedad y de su propio peso alcanzan proporciones que avergüenzarian a los dinosaurios mejor dotados-, otros vuelan convertidos en murciélagos, y otro grupo, que vive en los árboles, los primates empiezan a hacer cosas con las manos (y los pies, con pulgares prensiles).

4) y hace un millón y medio de años, tras varios violentos cambios climáticos, -glaciaciones y épocas interglaciares sucesivas-, estos primates, con dedos sin pezuñas – un mejor sentido del tacto, y un pulgar en oposición, para poder agarrar-, con un cerebro mayor, visión estereoscópica gracias a los dos ojos situados en la frente, como la mayoría de los depredadores, necesario para calcular las distancias, y con pocas crías que cuidar –tener una cada vez, tras un largo periodo de gestación, favorece el vínculo social, el aprendizaje…- bajan de los árboles en las llanuras del lago Turkana en Africa. Pitecántropos, austalopitecus, y finalmente, Homo erectus, Homo habilis…y hace cien mil años, los hombres modernos, el fornido neandertal y el esbelto Cro-magnon, se especializan en cazadores y granjeros, construyen herramientas, cazan mamuts, hacen fuego, barcas, decoran sus cuevas, se visten, inventan el comercio, la religión, fundan ciudades y acaban viajando al espacio. Crean el lenguaje, la pintura, la música, la comunicación, la transmisión del conocimiento, la guerra, internet….y finalmente, los deportes de riesgo.

Lo prometido es deuda; 4 párrafos hasta aquí, para explicar los 380 millones de años, desde que un pez se arriesgó a respirar fuera del agua. (¡ eso si que fue un riesgo !)

¿Hemos cambiado tanto en estos 4 millones de siglos? Algunos paleo-biólogos y genetistas creen que no. En el fondo, en nuestro núcleo duro molecular todavía somos un cocodrilo, (nuestro origen reptiliano), que necesita sacar la cabeza para respirar, con dos ojos, dos pulmones, un corazón, y cuatro extremidades, recubierto con una piel de cordero por encima –que nos da leche y calor-, y una careta y guantes de gorila, con visión frontal y pulgares para coger cosas y desparasitar a la prole. El desarrollo de un embrión de Homo Sapiens, pasa de renacuajo a macaco, pasando por delfín en apenas 9 meses, mediante una progresiva diferenciación de tejidos, y sofisticación de organos, pero, dentro de nuestras mitocondrias, y en las primeras vueltas de nuestro ADN, seguimos siendo parecido a aquel pez que se atrevió a arrastrarse fuera del agua.
“Eso si que fue un deporte de riesgo!!!””

¿Interesante?
Por eso necesitamos gafas y aletas para bucear, parkas de goretex para subir a la montaña y combatir la hipotermia, o necesitamos hidratarnos para reponer los fluidos perdidos al transpirar. Algunos creen que eso también explica la necesidad de volver al agua para divertirse –surf, buceo, hydrospeed, kayak-, o para reproducirse ….¿¿¿¿???? (corramos un tupido y húmedo velo…).

Y si no crees en la Evolución , en Darwin y prefieres las teorias biblicas de la creación divina del Universo, o que somos el resultado de un soplo divino... no problem. También desde esa perspectiva hay una explicación -creible- para los deportes de riesgo y las ganas -las ansias- de volver al liquido elemento.

De todas formas…No necesitas comerte el coco para practicar tu aventura favorita. Just do it . Practica y disfruta, como siempre, Esperando lo MEJOR, preparado para lo PEOR.

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